La obsolescencia programada… y los materiales de larga duración.
Hace pocos días (9 de enero de 2011) pudimos disfrutar de un interesante documental a través de la segunda cadena de Televisión Española, acerca de la Obsolescencia Programada. Tras este esdrújulo nombre, se esconde un concepto muy sencillo: cómo determinados economistas, políticos, consorcios o empresas nos han conducido, subversivamente, a la sociedad de usar y tirar.
Fabricar productos de baja durabilidad, máxime si ello se hace de manera deliberada y en desacuerdo con el avance tecnológico, provoca un consumo de recursos y generación de residuos totalmente innecesario. Las personas que creen que el desarrollo económico sólo es posible cuando existe un consumo continuado y excesivo (y con excesivo me refiero a todo consumo por encima de nuestras verdaderas necesidades) son las mismas que logran resultados positivos en sus cuentas sin internalizar la totalidad de los costes que les son imputables. Es decir, aquellas empresas que no tienen en cuenta los costes ambientales (agotamiento de recursos, gestión de los residuos, etc.) generados por su actividad, de manera que dichos costes son asumidos por toda la sociedad, presente y futura. Si dichos costes fueran íntegramente internalizados por las empresas, no resultaría tan rentable producir por producir, y por ende, consumir por consumir. Pero para que ello realmente se materialice, es necesario que los gobiernos actúen al respecto, mediante el desarrollo de obligaciones legales o mediante la aplicación de tasas o ventajas fiscales que modifiquen esas cuentas de resultados. Sin embargo, ello será harto improbable si desde los propios gobiernos se defiende el consumo como la solución a la crisis económica. Y esto es lo mismo que defender el desarrollo no sostenible, aunque claro está, esto último no lo escucharemos en boca de ningún político.
Relacionado con la Obsolescencia Programada, resulta paradójico que muchos de los productos que más “sufren” esta corriente estén fabricados con ciertos materiales como los composites, diseñados para una larga durabilidad. Ejemplo de ello son, en el ámbito doméstico, los aparatos eléctricos y electrónicos y los vehículos. Los composites se caracterizan por su ligereza y resistencia, siendo en muchos casos muy tenaces a impactos, temperatura o ataques químicos, lo que explica su longevidad. Dicho esto, nos podemos preguntar: ¿cómo es posible que, para fabricar un producto cuya vida hemos programado en X años, se utilicen materiales capaces de mantener sus cualidades X años multiplicado por 100 (o 1.000, o 10.000)? La respuesta es sin lugar a dudas económica, pues estos materiales son baratos en relación a sus magníficas cualidades. Pero si “gracias” a la Obsolescencia Programada, no voy a poder disfrutar de las ventajas de esas cualidades, ¿son éstas entonces tan magníficas?
No es mi intención poner en duda la bondad de los materiales compuestos, sino más bien lo contrario. El desarrollo científico, tecnológico y el sentido común nos llevan a una sociedad cada vez más eficiente, y eso incluye el desarrollo de productos de consumo que demanden menos recursos y duren lo máximo posible (y esto tanto en términos ecológicos como de economía familiar). Por esto los composites, y a pesar de que su composición al mismo tiempo que le da estupendas cualidades estructurales, aislantes, etc. también dificulta enormemente su reciclado, son materiales que estimulan la opción prioritaria dentro del principio de jerarquía en la gestión de residuos: reducir. Cuanto más larga es la vida de un producto, menos residuos se generarán con el mismo y sus iguales. Sin embargo, es probable que el composite del que está hecho la carcasa de nuestro móvil no pueda presumir de su “ecocaracterística” porque unos meses después de fabricarse se habrá convertido irremediablemente en un residuo de difícil reciclado, sólo porque el chip de su compañera la placa base ha dicho “hasta aquí hemos llegado”.
Si alguno de vosotros aún no se ha hecho eco del documental sobre la Obsolescencia Programada, no ha tenido acceso al canal por no residir en España o simplemente quiere volver a verlo, con gusto lo enlazo en el post para el conocimiento de todos.
Etiquetas: materiales compuestos, obsolescencia programada, principio 3R, residuos urbanos, usar y tirar


1 comentarios:
Hola Ruth, hoy comenté en otro blog que hablaba de la "obsolencia programada". Quería, con tu permiso, compartir la misma reflexión en tu blog. Gracias por crear este blog y compartir tus reflexiones! Ánimo!
Por suerte o por desgracia he sufrido lo que han dado en llamar ahora "obsolescencia programada". Ha sido la historia del cierre del negocio de mi padre, la reparación de equipos electrónicos (TV, Video, DVD, AUDIO, ...).
Por suerte o por desgracia, fui cocinero antes que fraile....y mucho antes de perfilarme profesionalmente en el medio ambiente y demás historias incomprendidas, ayude a mi padre en su negocio desde tiempos inmemoriales (creo que desde los 14 años...y ya voy por 33...).
Pues bien, he sido consciente del cambio. Y el cambio se ha reflejado en los equipos a reparar...cada vez eran más nuevos, es decir, no se reparaba por primera vez un televisor con 20 años; se reparaba en cuestión frecuentemente el mismo equipo que tenía una vida de menos 10 (al principio), luego de menos de 5...y así rozando el límite de la garantía de 2 años que ofrecen los fabricantes.
Otro cambio notable era el diseño de los equipos no tanto por pasar de blanco y negro a color, por incorporar procesadores digitales y demás...El ejemplo claro sucedía con los vídeos. Originalmente un video de una marca X tenía una mecánica compuesta por piezas robustas, generalmente metálicas, y los mantenimientos pasaban por engrases, limpiezas o sustitución de cabezas lectoras y cambio de diversas poleas de goma, es decir, elementos de desgaste (equivalente en un coche a cambiar ruedas, aceite, filtros, la correa, el embrague, los discos de freno...). La sorpresa sobrevino cuando el mismo video de la marca X incorporaba las piezas de su mecánica de otro material...el plástico. La misma forma, pero peor resistencia. Las averías se multiplicaron y ya no eran elementos de desgaste, eran piezas que se deformaban o partían con facilidad por efecto de la fatiga y del calor.
Por otra parte, otros elementos clave de este asunto han sido la presencia de grandes superficies, que por su forma de trabajar pueden abaratar precio y ofrecer gangas, poniendo al consumidor en la sencilla tesitura de decidir si gastarse 100 € en una reparación o adquirir un equipo nuevo con más prestaciones (en muchas ocasiones inútiles o desaprovechadas) por 120 €.
Como actor principal de este drama se encuentran los fabricantes, que aseguran la presencia en el mercado vendiendo vanguardia, modernidad, comodidad, confort, exclusividad, distinción y muchas más cosas que son inútiles en el momento en el que el equipo falla. Pero están ahí, haciendo sentir obsoleto y no integrado al consumidor por no tener un equipo de última generación, jugando a fidelizar cruelmente al consumidor vendiendo aire y falsas necesidades.
Bueno, resumiendo mucho, esta es mi pequeña aportación: el punto de vista de alguien que formó en su día parte de la REUTILIZACIÓN y que ahora ha visto como ha llegado prácticamente a su fin (ha existido un repunte últimamente por la crisis, pero en cuanto se pase...porque pasará...volverá a descender hasta desaparecer...).
He visto cambiar las cosas a través de dos generaciones: la de mi padre que comenzó a ganarse el pan reparando televisores, cuando mucha gente todavía no tenía en casa; y mi generación, que ha visto como todo el mundo tiene en su casa varios televisores, ordenadores, móviles, dvd's, tdt's, play, wii, psp...etc, etc, etc
Por cierto, en mi casa sólo hay un televisor y procede de alguien que quiso deshacerse de él por que ya no funcionaba.
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